sábado, 29 de marzo de 2008

El té de Estambul II




Ese hombre miraba las palomas.
Él no puede andar.
El camarero le sirve otra copa.
12:07 de la mañana.
Estambul.


Prefieren el sol



Apuestan por amar,
da igual quién los mire.
No importa qué
haya detrás del tiempo.
Apuestan por amar.

viernes, 28 de marzo de 2008

El té de Turquía I

Mientras buscaba dentro del vaso las palabras que mi mente no
se dignaba a encontrar y removía sin mucho entusiasmo el té, mi padre
capturaba el momento con una media sonrisa en los ojos y la nariz arrugada.
Debido a su miopía y, por tanto, a sus lentes gruesas (e indiscutiblemente
horteras), ese instante debía durar al menos unos minutos.
Discretamente, para no tirar por la borda el trabajo que realizaba al intentar ignorar su no-pulso, celebré haber encontrado aquellos versos perdidos en el fondo del recipiente y pegué un sorbo a la bebida: Estaba demasiado caliente y me ardió, sin poder evitarlo, la lengua.

Aún guardo la retahíla de sonidos qué más que gruñidos eran maldiciones contra los camareros, contra el té y contra mi padre; Habían hecho que perdiera nuevamente el hilo de mis pensamientos, habían vuelto las voces a hundirse.