Los últimos resquicios de la generación última desaparecieron hace apenas unos días. Lloramos su pérdida si, pero todos sabíamos que era necesario.
Sus viejas costumbres lo alejaban de la toma de decisiones y eso, a los que entendíamos su tiempo y el nuestro, nos causaba verdaderos quebraderos de cabeza. Los niños sin embargo parecían entender su ausencia y sin juicios lo admitían en el juego.
Cuando murió, ellos solo notaron un vacío a la hora de contar al escondite, o una mano ajena y alta que sujetara con fuerza el pañuelo.
Más tarde si, cuando el cansancio, preguntaban "¿y dónde el abuelo?". Pero en el constante presente de los chiquillos aún no cabe un nunca más.
CAP. I